Ya sé lo que vas a decir

“Todo lo que nos molesta de los demás puede llevar a que nos entendamos mejor a nosotros mismos.”

C. G. JUNG

Últimamente estoy escuchando muchas conversaciones cuando bajo a tomar el café. Antes no lo hacía o no les prestaba atención, pero el volumen de algunas conversaciones no deja que te escapes de ella.

Esta vez era una pareja joven y un problema muy grande dado el volumen con el que discutían. Ella le echaba en cara que había estado preparando la cena de ayer toda la tarde y que cuando él llegó de su partido de baloncesto, le dijo que no tenía ganas de nada y no quería cenar. Ella se enfadó. Él se enfadó. Ellos se enfadaron. Ella tenía claro que él no le había dado importancia a que ella se pasara toda la tarde del sábado preparando la cena. Él tenía claro que ella no le había dado importancia a que él había llegado cansado de jugar después de una semana de viajes y mucho ajetreo. Ambos tenían claro el comportamiento del otro. Pero, ¿acertaron o jugaban a las adivinanzas? ¿Qué sentía cada uno antes de que él llegara casa y se enfadaran? Es normal que juguemos a las adivinanzas antes de preguntar a los demás. Es normal esa frase de «ya sé lo que vas a decir». Es normal que nos confundamos porque las adivinanzas son como un juego de apuestas y en el juego siempre gana la casa.

Pensemos en la situación. ¿Cómo se sintió ella? Supongamos que por su cabeza pasó: «Llevo toda la tarde cocinando para que ahora nadie se coma la cena y la tenga que congelar». ¿Cómo llamaríamos a este sentimiento? Quizás, rabia. Empezó a sudar por las manos, el corazón empezó a bombear más fuerte, su respiración se aceleró y su tono se volvió agresivo. Ella esperaba reconocimiento y al no recibirlo, expresó su rabia. Una rabia contenida contra todos los problemas que había tenido cocinando esa tarde y por haber dejado de hacer otras cosas que le apatecía y que descargó sobre él… ¿Cómo se sintió él? Supongamos que por su cabeza pasó: «Llego muerto del partido y de la semana, de discutir con el jefe y con el entrenador y vienes tú con más broncas, no, en mi casa, no». ¿Cómo llamaríamos a ese sentimiento? Quizás sea rabia también. A él también le sudaron las manos, se le aceleró el corazón y la respiración. Él esperaba comprensión y al no recibirla, expresó su rabia. Una rabia contenida por todo lo que había fallado en la empresa esa semana, broncas que se había tragado de su jefe y de su entrenador y que acabó descargando sobre ella… ¿Qué es lo que pasó? Que somos unas máquinas perfectas de creación de problemas.

Él quería comprensión, ella quería reconocimiento. ¿Sabían lo que querían? ¿Estaban en contacto con sus sentimientos? ¿Si él quería comprensión la conseguiría con la «rabia«? ¿Si ella quería «reconocimiento» lo conseguiría con la «rabia»? ¿Sabían lo que sentía el otro? ¿Estaban en contacto con el sentimiento de la otra persona? ¿Pensaron él en ella y ella en él? ¿Él pensó en la ilusión con la que ella había preparado la cena? ¿Ella pensó en la necesidad de descanso de él? ¿O más bien, cada uno hizo de su sentimiento un problema y descargó su rabia sobre el otro?… ¿Qué hubiera pasado si tanto él como ella hubieran estado en contacto con sus sentimientos? ¿Sentían «rabia» él por ella y ella por él? No. Más bien, esa rabia pertenecía a otras conversaciones que dejaron escapar. Sentían «cariño», «apego», «amor» y ¿por qué actuaron con rabia? Porque si no estamos preparados, nuestros sentimientos nos pueden traicionar. En el momento en que desconectaron de su sentimiento, ella pensó: «Ya sé que sólo te importa el baloncesto y te da lo mismo que me haya pasado toda la tarde cocinando»; y él: «Ya sé que a ti sólo te importa hablar de lo que tú haces y te da lo mismo lo que yo haga». No eran sentimientos reales, sino justificaciones para la rabia que acumulaban. Lo primero es conocer nuestros sentimienos, darnos un tiempo para saber lo que estamos sintiendo. No es lo mismo que estemos sintiendo «cariño» por la otra persona que «rabia». Lo segundo es conocer los sentimientos de la otra persona y preguntárselos. Porque muchas veces decimos que sabemos lo que siente y lo que va a decir y la mayoría de las veces, nos equivocamos. Si no somos capaces muchas veces de estar en contacto con nuestros sentimientos, cómo vamos a ser capaces de adivinar siempre los sentimientos de los demás. Y lo tercero, decidir el momento oportuno y la forma oportuna de comunicarse.

Supongo que ahora sabrás lo que voy a decir. Efectivamente, la conclusión es que los sentimientos dirigen nuestras comunicaciones y para evitar que seamos máquinas perfectas de creación de problemas, debemos de estar en contacto con nuestros sentimientos y los sentimientos de las otras personas… Por cierto, supongo que sabrás cómo acabó la conversación de nuestra pareja ¿verdad?